Domingo, veintiuno de junio, en San Esteban del Valle mañana apacible y
auguros de un día agradable. Atento y cordial
recibimiento por parte de Julio “Saroni” patriarca del montuoso reino; ofrendas con
deliciosos dulces y un trago
reconfortante de “la tradicional bota”, saludos entre amigos y
conocidos, antes de iniciar la venturosa
épica. Trece caballeros de la “Hermandad del Tiétar” somos los elegidos para
afrontar el exigente reto ¡¡¡el desafío a
Aflecho!!! ; “y si alguien se
anima, tenemos otra guinda de propina”, el guasón anfitrión nos convida.
Comenzamos la jornada por las acogedoras y
frescas callejas “tieteras”, ¿cómo se lo
podemos describir a los que no han podido asistir? Pues eso, no hay formalismos ni protocolo, desde el kilómetro cero nos encaramamos en un prolongado y continuo ascenso;
al salir, por las angostas callejuelas –antes de abandonar la villa-
las pulsaciones “ya se alteran”, comentarios divertidos entre los
atentos invitados, desde “¿nos queda
mucho?”, hasta el ya trillado “¿cuándo llegamos? ”, mientras
nos “ventilamos” en el reparador sombrajo;
los cercados de piedras labradas
y con paciencia alineadas, a los árboles frutales dando posada y por la
tendida pendiente de hormigón ya se escuchan
los primeros “bufidos” y más de un
resoplón. Abrimos el pórtico del plácido pinar, la magia se
comienza a respirar y Julio “con mucho
arte” nos ameniza con alguna
“cancioncilla” típica de la villa; nos embadurnamos con el aire
límpido y transparente, abundantes
pinochas e hileras de piñas esparcidas por la tupida alfombra y dando
vida a la inmutable y estirada
pendiente. Nos agrupamos en el “legendario
puerto” y “un poco más abajo, en la conocida fuente, abrevamos”; reponemos botijas y las mochilas
para afrontar la “mítica subida”. Más de
lo mismo por el escarpado camino y una
consigna clara desde el
principio, el escalar y escalar es todo un no parar; a nuestro paso, rasgadas
regueras, tramos quebrados y descolocadas piedras, para dar más emoción a la temida ascensión. Cuando nos asomamos al
“gran pelao”, cada cual sube como puede, con furor y mucho brío nos enfrentamos
a las irregulares y abruptas pendientes,
perdidas en las profundidades de los rincones más prominentes ; unos metros para coger aire y en
un giro a la izquierda, el enésimo
apretón, antes de coronarnos en “la
bóveda de Orión”. En el izado punto nos
agrupamos y de paso, “algo picamos”,
atendemos a las clases avanzadas de
geografía de la zona, a la vez , que desde la serenidad de la postal con las generosas vistas nos recreamos.
Reemprendemos la marcha, “¡¡¡qué bien, de
bajada!!!”, como bien sabemos, “era una ilusión óptica” para las aclimatadas
piernas y los livianos sentidos “o, ¿alguien olvidó la repetida consigna?”. Tenemos un “amago de capea” antes de dar
comienzo la fiesta, pero los astados
espantados, no están por la labor y “pasan” de la aguerrida cuadrilla. Arribamos
donde acaba el mundo (digo la pista, donde dije digo Diego)¿y ahora qué? “pues
parriba” para no variar; unos con las burricletas del ramal, otros tantos, con
las acémilas montadas a la chepa;
escuchamos comentarios varios, risas y bromas facilonas por la frondosa loma, “quince minutos de porteo” dictaba el
manual, aunque, ¿fue algo más? Coronamos otro puerto y esperamos, hasta que
llegan todos los compañeros. Genuinas panorámicas para agasajar a los ávidos
sentidos, la pertinente lección de topografía y orientación “y pabajo es la
dirección”; a nuestro paso, el lustroso piornal, un campo de piedras sembradas y agradables chorreras por la escondida senda.
En mi camino, Chus “Capitán” la cubierta ha “picado” y para el amigo Saroni “el arañazo” de la afilada piedra;
arreglamos las averías, también nos abastecemos de agua bien fría, antes de la
partida; por el descenso placentero,
unos, extremamos la precaución, para
otros, el soltar los ramales por estos pedregales, es
toda una bendición . Llegamos a
Serranillos pueblo, buscamos el caño indicado, cogemos agua –por lo que pueda
pasar- y nos refrescamos. Pues eso, que
nos vamos del hilo, para no variar, retomamos
el rutinario tema, “volvemos a escalar” por las pinas calles de la
localidad; “un giro hacia la izquierda” para tomar “la empedrada senda” y “el camino de San Fernando”, en fila de a uno marchamos por el canchal
empinado. A nuestras espaldas, allá en lo más alto, asoman unas antenas y el amigo Susi, se ha
desorientado “¿allí es donde vamos?”, menos mal que no es así, si no, ¡¡¡¡vaya
recado!!!! Como “no hay mal que cien años dure”, por estos andurriales andamos,
“sube que te sube”; por la retaguardia
se escucha, “¿queda algún lugar más que escalar?” Sergio “Tunin” de fuerzas
sobrado, encabeza la marcha y “por si”,
también la ruta lleva grabada, los demás
también bregamos con las “mil cuestas” y por estos lares, el calor hace acto de
presencia y su castigo se deja notar. Nos volvemos a agrupar a la sombra del
agradable pinar, hasta que llegan los demás compañeros; desde aquí, la pista es más tendida y hasta un cortafuegos
de “playmobil” también tenemos. Aunque
parezca mentira, a estas horas tenemos
un tramo llano, ¿será, que algo bueno nos está acechando? Otros cuatro
kilómetros más de cuestas llevaderas (algunos piensan en darse la vuelta, antes tal condena) Julio nos despeja con exactitud la incógnita de la enésima subida; nos
adentramos en el callejón del frondoso
piornal y otro “ratito a escalar”; trepada bastante jovial y
entretenida, salvamos la valla de
seguridad y nos adentramos en la colosal catedral; singulares parajes rendidos
a la idílica belleza, etéreos fotogramas haciendo el paseíllo a la intrépida
escuadra, antes de hacer cumbre en “la
casa del guarda”. Nos refrescamos con las “aguas milagrosas” del rebosado pilón, algún “tentempié”
también echamos para engañar a la andorga y volvemos a reagrupar al desperdigado
personal. Desde aquí, subimos otro poco más, - de la guinda, mejor ni hablar- hasta “la estación lunar”, sublimes estampas
para conservar en la retina del recuerdo; majestuosas vistas en nuestro
merecido planear, “allá abajo decidimos el mejor camino”. Foto de hermandad en
el puerto; bajada relajada y en modo
distendido, disfrutando de las espectaculares postales que nos brinda el barranco de las cinco villas; en la tercera
salida, por el abigarrado pinar, nos aguardan veredas, ocultas entre crecidos helechos y otros “marullagos” estirados, saboreamos los
fantasiosos tramos, pero más de uno, en
la “opcional” ya vamos pensando; en la “recta” final, la burricleta averiada, nos vuelve a dar la
lata; unas pocas veces hinchamos antes de dar por clausurada la épica batalla.
La “opcional”, buenos momentos en la
mesa, para recordar; regados con zumo de
cebada, tortilla, minutejos, croquetas de “boletus” y otros alimentos, tarta de
tres chocolates para endulzar la jornada………Y hasta la próxima, amigos y compañeros "tieteros/as".
En definitiva, ruta circular de 48
kilómetros, hemos transitado por el Camino de la Capellanía, Hoyos del Pilón,
camino de “pinamoso”, Camino El Horcajo, Camino Los Cervigueros, Fuente Los
Corralillos (puerto de Serranillos), Camino del Aflecho, Puerto de Lagarejo,
Serranillos, Camino dehesa de San Esteban, Camino Los Horcos, Casa del Guarda, Puerto de Serranillos, El
Venero, Senda el Vahillo, Senda Cuevas del Arroyo.
Pd: Saroni, muchas gracias por todo,
también por volver a rememorar esta
GRAN-DIO-SA etapa del 2010.
Buen día…………….SALUD.
“mil caminos
por andar y mucho tiempo perdido sin saber a dónde ir, no tengo tiempo ni
sitio….”
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